(A Manuel A.)
Ese niño de antaño
que quiso ser gaviota con sus zapatos blancos
y su madre morena
-un sonar de tiovivo se introduce en la esfera
que nos trae los recuerdos de un poema infantil
en tierras de retama y aromas de alhelí-,
se mira en el espejo y no se reconoce
porque no ve entre líneas y no escucha las voces
que muy claras proclaman lo que no quiere ver.
Amigo, ¿qué le envidia a la rosa el clavel?
¿No ves tus altos vuelos
no te sientes las alas en lugar de esos élitros?
Un cristal azogado sólo muestra la cara,
mírate en lo profundo, allí verás el alba.
Tu niño ha ido creciendo como crece el poeta,
con vistas en el cielo y con el pie en la tierra.
Se alimenta la vida con sus versos sureños,
acrecentando dichas, paliando abatimientos,
y va de abanderada
la fuerza en sus palabras.
Idella Esteve
(25-3-07)
1 comentario:
Bonito poema Isabel, felicidades.
Un abrazo en la noche.
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