1
No me pidas mi amor, no queda nada,
que todo lo gasté -y malgastado-,
todo cuanto tenía ya te he dado.
Confórmate con sólo mi mirada.
2
De todo lo que veo en el espejo
qué poca cosa del pasado queda,
tan sólo una mirada
agazapada tras arrugas nuevas.
3
Tú eras el vino en mí que emborrachaba
mi razón y mi piel hasta el delirio,
con sabor de pasión y de fornicio...
Y amargura después, tras la resaca.
4
Vivimos el silencio cuerpo a cuerpo
como en una batalla.
Duramos, perduramos en la guerra
con la ira acallada
y nos lanzamos bombas y misiles
en lugar de palabras.
Quizá llegue el momento de amnistía
alguna vez al alba
de un día gris envuelto en humareda,
cuando no quede nada.
5
Tú, que libaste
mi flor de primavera,
ahora vienes
a matarme en invierno.
Lo demás es historia.
6
Te metiste en mi cama, y, de costumbre,
los pies y el corazón tenías fríos.
No hubo escena candente.
7
Quise probar tu amor
y una voz interior me puso alerta:
"Mejor no pruebes nada".
Quedé sin alimento eternamente.
8
En el umbral de todos los jamases
yo intentaba encontrar alguna cosa,
y me encontré con todo lo de siempre:
Sencillamente nada.
9
No hay abrigo que cubra tanto frío
y no hay besos que endulcen la amargura.
No hay razón que me cure la locura
de haberte alguna vez sentido mío.
10
El destino es del todo impredecible,
eso ya lo sabemos.
Soñemos
que existe la certeza
de poderlo cambiar
antes de lo más cierto, que es la muerte.
11
¿Qué me vas a contar de oscuridades
a mí
que puedo dar lecciones,
si soy un pozo
que no sabe del sol?
¿Qué me van a decir tus ojos negros?
12
cordeles en mi boca
atándome la lengua
cilicios en mi mente
y mi mano morena
sosteniendo una pluma
que no vuela que es lenta
mis palabras caminan
arrastradas sin fuerza
13
Otra noche de insomnio
que no me deja entrar
en las sábanas tristes.
Es otra noche en blanco
en mi rincón oscuro.
Idella Esteve