Hay un tinte amarillo de dulzura
de miel entre las hojas donde se leen cuentos
con unos ojos rojos que quieren alegrarse;
la comida fue triste, lo mismo que la cena,
y hay que buscar motivos a mirar hacia abajo
por seguir la costumbre
mas que no hayan temblores si levantas la vista.
Algo te salió mal
y se te nota:
pagaremos las cuatro,
y platos y cubiertos de la mesa
volarán por los aires,
y la vuelta al trabajo ha de ser un gran reto
a nuestro disimulo
de no mostrar riñones en los ojos
y pintar en la boca una sonrisa,
y aguantar... aguantar.
Ni una sola palabra que nos pida perdón,
jamás un beso.
¿Qué quieres que te diga?
Es lo que hemos tenido de juventud e infancia,
de enseñanza brutal
y que ha repercutido en mi endurecimiento.
Pero siempre, papá, soy positiva.
Y sigue habiendo un tinte de amarillo
en cuanto leo.
Idella Esteve
(9-10-08)
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