No me dejé las arpas
a la orilla del río en Babilonia
y así puedo cantarte, río mío,
mientras transcurres entre pinos bajos
y te llegas al mar tras las palmeras,
Vinalopó que no conoces sauces
ni son estos momentos
tus épocas mejores,
que perdiste la gloria
y mermaste tus aguas.
No tuviste un Machado
que te cantara como él hizo al Duero
y no sé si alegraron los chopos tu ribera.
De mi pueblo a tu muerte
tienes en cauce ancho
un correr constreñido entre el cemento
y a tramos te rebelas
y te manchan
y te ensanchas disperso
y te recoges
y te marchas al mar
y desembocas
por un lugar incierto.
Pero tú para mí tienes sabor
de infancia
de domingos al campo
y de niños mojados bajo el sol,
en tu rafa.
Espejo eras del Cid
en las tierras de esparto primerenco
y luego de calzado
y mañana no sé qué seas,
tan mermado y tan chico.
Mas cuando lejos de ti estoy,
Vinalopó,
como dijera Antonio:
conmigo vas, mi corazón te lleva.
Idella Esteve
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