sábado, 4 de febrero de 2012

Los días y las horas


Día: gigante herido
que por la tarde muere.
La sombra va cayendo
sobre los pinos verdes.

En las lomas del prado
el aire se conmueve,
va silbando un susurro
entre negros cipreses
y un augurio fatal
en sus ramas se mece.

El atardecer llega
con presagio de muerte.

Pena y telón: la noche,
con su compaña aleve,
esa luna febril
que el manto negro muerde
con fingida sonrisa,
hasta que el alba llegue.

La noche lleva angustia
provista de alfileres
hurgando en nuestras dudas
dejándonos dolientes.

Y las horas transcurren…
y todo se sucede.

Idella Esteve
(12-4-06)

3 comentarios:

Rafael dijo...

Me gustaría pensar que lo que he leído esta noche no ocurrió como efecto colateral de que el subconsciente volcara esos versos para conseguir la paz del alma.
Quiero pensar que fue solamente poesía el conjunto de estas letras. Si no fue así, diré como Hierro: "...Sin palabras amigo..."
Poema de "arte menor", (como creí leerte hace unos días), pero no por ello con menos fuerza. Este poema en heptasílabos es sencillo, pero precisamente por ello, has sabido llevarlo con un mensaje vivo y haciendo las separaciones correctas en las estrofas para que no perdiera su contenido.
Gracias por seguir mostrándonos tus poemas y gracias por tu amistad.
Un abrazo y que tengas un lindo fin de semana,
Rafael

Idella Esteve dijo...

No, amigo, no temas.
Ya sabes, aquello de Pessoa: "el poeta es un fingidor".

A veces se me ocurren estas cosas.

Un beso,

Rafael dijo...

Sí, amiga. He leído muchas veces esos versos de Pessoa y algunas con lágrimas en los ojos.

Como bien dices, "...a veces ocurren estas cosas", (y más entre los poetas)

Un beso,

Rafael