Escribo sin pensar, livianamente,
en un puro ejercicio de relajo
con el alma cerrada, por debajo
de las expectativas de mi mente.
Escribo porque sí, condescendiente,
por aliviar las horas de trabajo,
como un prozac que cura mi altibajo
haciéndome sentir independiente.
Es que hoy tengo cenizas en los ojos
y callos en la punta de los dedos
que se me van pasando al corazón.
Y ya no quiero abrirme los cerrojos
para darles entrada a vanos credos
y poner en peligro mi razón.
Idella ESteve
(5-2-12)
4 comentarios:
Perfecta definición de un día cualquiera, cuando uno se pone a escribir y lo hace tal y como describes certeramente en tu soneto.
Que tengas un buen comienzo de semana, un abrazo,
Rafael
Me gusta lo sencillo que haces este arte de escribir, que en tus manos pasa a ser Arte Mayor.
Un día sin nada especial acaba siendo una cura interior, ¿puede haber algo mejor?
Gracias por compartirlo.
Un abrazo.
Es lo que tiene esa adicción a la escritura: tienes que escribir algo
porque si no es como que no vives, como que te falta algo. Y a veces, cuando tienes tanto que decir y te duele, te sorprendes escribiendo así: sin pensar.
Un beso, Rafael.
Miguel Ángel, es que soy sencilla.
Efectivamente la cura interior es lo deseable, y si eso trasciende: miel sobre hojuelas.
Gracias a ti por leerme.
Un beso.
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