Ese fuego de amor brujo,
que por tus ojos destellas
con su color azufroso,
compite con las hogueras
alrededor de las cuales,
pies desnudos en la arena,
bajo los rayos de luna,
bailas y revoloteas.
La noche lanza un gemido,
un ulular de ave negra,
premonición de aquelarre
en la noche sanjuanera,
y un aura te cubre toda
la gracia de tu melena
endrina, negro de toros
que pastan en las dehesas
para morir en las plazas
poniendo un broche en las fiestas.
Un clavel de rojo sangre
llevas detrás de la oreja
contrastando con tu cara;
y un cimbreo de caderas,
que con gracia se estremece
al son de la pandereta,
marca un baile de gitana,
gitana de pura cepa;
y tus manos en el aire
roban al aire una queja
que a poco la van dejando
al borde de la cenefa
de los vuelos de tu falda
hasta que toque la tierra.
Gitana de piel cetrina,
descendiente de agarenas,
es así como te veo,
no la gitana cestera
de cortijos y mimbrales;
ya no trabajas la anea
ni vas leyendo las manos
ni vas pidiendo a las puertas.
Envuélvenos con tu duende
que de eso algo te queda.
Idella Esteve
(5-9-07)
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