lunes, 2 de enero de 2012

Cásida de la amante que se diluyó


Hasta su propia voz le fue negada,
hasta su misma esencia diluïda
y quedó en el espacio convertida
en suspiro de amor, evaporada.

Ascendía hasta el cielo en la alborada,
allí pasaba el día dolorida
y tornaba en la noche, compungida
para llorar con él en su almohada.

Era un llanto callado, poca cosa,
de la amante que ya ni voz posee
pues dejara de ser apetitosa.

Que ya ha sido olvidada no se cree
y en suspiros lo envuelve, cariñosa,
antes que al alba el cielo coloree.

Idella Esteve
(24-9-06)

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