Yo me levanté temprano
y subí por la vereda
que se inicia en las montañas,
más allá de las albercas.
Quería observar mi valle
desde lo alto de la sierra
bajo un limpio cielo azul
tras una lluvia abrileña.
Podía respirar bien
y caminaba ligera
presurosa por llegar
donde el tráfico no llega.
Me sentía el corazón
como pájaro que vuela
observando desde arriba
toda aquella gran belleza:
árboles verde brillante,
maternal sombra en la senda;
y plantas de malvavisco
que algunos llaman alteas,
margaritas diminutas
de un blancor que amarillea
bajo los rayos del sol,
la tierra, color de siena,
mojada por un arroyo
rumoroso de agua fresca.
Casi llegando a la cima
me detuve ante una piedra
porque apercibí a su sombra
descansando una culebra,
y corrí camino abajo,
maldije mi suerte negra
por tropezarme al reptil
que me pareció una bestia.
Soy tan solo una urbanita
que hasta un insecto le aterra.
Idella Esteve
(26-7-06)
2 comentarios:
Precioso romance. Gracias y felicidades por dejarnos tus versos.
Rafael
Gracias a ti, Rafael, por tus gentiles palabras y por tu visita.
Un abrazo.
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