(A mi abuelo Bernardo)
Evoco de tu cara la sonrisa,
la gracia de tus ojos tan pequeños
-con aleteos de anhelados sueños-
y en su profundidad de miel, enormes;
tu rostro enjuto, pálido, surcado
por ciertos sinsabores del pasado.
Dicen que cárcel, por hablar, sufriste:
allí te llevó un chiste
y con prisión cargaste injustamente
¡Por un chiste! Ya ves, tal fue el delito,
no una proclama, ni clamor ni grito...
que en tiempo de temidas represiones
ciertos “mandones”ganan vana gloria,
obrando sin razón.
Sin libertad de pronto te quedaste
por la broma que ingenuo relataste
enfrente de un rastrero, vil chivato
que... no recuerdo... ¿le llamaban “Chato”?
Rollizo entraste y flaco te tornaron;
eso yo no lo vi, me lo explicaron.
Cuentan que te callaste igual que un tonto,
tu silencio a ninguno delataba
que tu hombría de bien te lo dictaba
y eras hombre de honor.
De ti recuerdo tantas, tantas cosas...
Después de pesadillas temerosas,
el agua que a la cama me traías
y a comprobar que estaba bien venías.
Las historias y cuentos que narrabas…,
regalos que comprabas.
Mi pluma estilográfica primera
como tu huella puesta en mi cartera,
regalada en el día de mi santo
¡Que me querías tanto!
A pesar de los años tras tu muerte
muy claramente te recuerdo, abuelo,
tu imagen me quedó como consuelo.
A la cama mis sueños te aproximan,
mi subconsciente tu figura aprecia
y te veo presente,
recia tu alma, la mirada recia,
dulces tus besos y tus manos dulces.
Idella Esteve
(19-5-05)
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