Intento de Poética por Antonio Porpetta (Para tenerlo presente)

INTENTO DE POÉTICA
Escrito y publicado hace ya tiempo, este texto recoge mis ideas sobre la poesía, el poeta, el acto poético y el poema. Para mí sigue plenamente vigente, y por eso he querido compartirlo con los posibles visitantes de este blog.


I.- Si ya está definida, ¿para qué intentarlo de nuevo? Poesía es, según el poeta Leopoldo de Luis, “respirar por la herida” *. Pero, por suerte y por desgracia, nuestra herida no cicatriza nunca. Y por eso podemos seguir respirando.


II.- Poesía, juego peligroso: el poeta, al enfrentarse con su propia desnudez, puede encontrarse con naufragios interiores que nunca conoció antes. Pero, a pesar de ello, hay que arriesgarse.


III.- La poesía es lo único que hace plenamente libre al poeta. Con ella, rompe la soledad que le encadena y consigue una intensa y profunda comunicación con nadie.


IV.- La poesía es un círculo cerrado: parte de lo intuitivo, pasa por lo intelectual, y vuelve otra vez a lo intuitivo por el camino de la emoción. En medio de ese círculo, el poeta, con su carga de asombro y desconcierto.

V.- Si te preguntan: ¿por qué escribes poesía?, no contestes. Calla y sigue tu camino. Que busquen la respuesta en tus poemas. Sólo ellos pueden dar la medida exacta de tu iluminación.


VI.- Ser poeta no es llevar un marchamo de élite. Ser poeta es ser un hombre consciente de su humana condición; y asumirla con la humildad del dolor compartido. Ni mejor ni peor que los demás hombres, pero sí distinto: más frágil y más fuerte al mismo tiempo. Por mandato biológico, quizás.


VII.- No nos confundamos: una cosa es tener sensibilidad, espíritu poético, capacidad emocional… y otra ser poeta. Porque el poeta, además de tener todo eso y sentirlo como afirmación existencial, escribe versos. No hay poeta sin poema, igual que no hay poesía sin poeta que la invente o la descubra.


VIII.- No ser poeta sólo ante la cuartilla blanca. Siempre, en cada momento del día o de la noche, ante cualquier circunstancia. Pero sin cometer la ingenuidad de demostrarlo. Que nadie descubra vuestro estigma si no es estrictamente necesario.


IX.- La vanidad en el poeta no es recomendable, aunque sí comprensible. Porque el poeta se sabe inmortal. Aunque a veces olvide que su inmortalidad dura escasísimos segundos.

X.- La soledad física es casi necesaria para el acto poético. Sin ella es muy difícil que se produzca el milagro en toda su intensidad. La soledad espiritual se presupone: no hay poeta que no la lleve consigo, por muy acompañado que parezca.


XI.- En el centro del poema, siempre, el hombre. No hay auténtica poesía si en ella no campea el humano acento, tanto más profundo cuanto más solidario.


XII.- En cada poema, un grito, un asombro, una llamada. Otra cosa serán fuegos artificiales, quizás hermosos pero perecederos: sólo un rastro de pólvora en el cielo.

XIII.- No se puede hablar de oro falso. Tampoco de poesía sin emoción. Porque la emoción es el hilo sutilísimo que une al poeta con el lector. Si no existe, no hay comunicación posible. Y el poema se queda en una pobre lluvia que nunca moja a nadie.


XIV.- Acto poético, acto mágico: las voces dispersas se mezclan en la redoma del poeta con su propia sangre. Y surge el poema, a veces con la sorpresa de lo inesperado o lo desconocido. El rito puede ser lento y doloroso. Pero hay que confiar en lo intangible, que para eso escogimos el camino.


XV.- Amor a la palabra. Respeto a la palabra. Agradecimiento a la palabra. Porque sin ella no seríamos. Sólo en ella renacemos cada día libres, indemnes, puros.


XVI.- Junto a la palabra, definidora o sugerente, el silencio. Muchas veces, un no-decir a tiempo clarifica más el poema, contribuye a su exacta luminosidad. Que también el silencio encierra sus clamores.


XVII.- Ni transparencia ni hermetismo. Quizás el justo medio. Pero que cada cual interprete libremente qué es la luz y qué es la oscuridad. Ahí está el poema: completadlo con vuestra recreación.


XVIII.- No nos engañemos: todo está dicho. Pero hay que seguir diciéndolo de forma distinta. Porque la poesía es un río que nunca encontrará su mar, aunque lo busque implacablemente. Ahí está la razón de su hermosa supervivencia. Y la gloria y la miseria del poeta.

XIX.- Cualquier anécdota es útil, hasta la más íntima o más doméstica. Pero siempre que pueda traducirse en una experiencia universal.


XX.- La inspiración, eso que la gente llama inspiración -una especie de chispazo de luz interior- sirve, a lo sumo, para un verso, para una idea, para una imagen o una metáfora. Casi nunca para un poema completo. El poema se fragua trabajando, a golpe de cincel, dejando en las cuartillas las esquirlas de la propia vida. Aunque sin magia de nada sirve la artesanía.


XXI.- Conviene cultivar los símbolos propios, los personales e intransferibles. Pero también olvidarlos en el momento de escribir. Que no hay cosa más triste que un poeta plagiándose a sí mismo.


XXII.- Todo puede ser válido, desde la simple astilla al árbol más frondoso; desde el pájaro enjaulado hasta aquel que vuela a su libre albedrío. Pero sin olvidar que en poesía fondo y forma, continente y contenido, constituyen una unidad inseparable, sin posibilidad de distinción alguna.


XXIII.- Hay que caminar por la vida siempre alerta, sin permitirse el más leve descuido. Porque jamás se sabe dónde habita la mínima semilla del milagro.


XXIV.- Las ventanas abiertas, siempre abiertas. Participando de la vida desde la amorosa contemplación, incorporándola a nuestro ser, compartiendo su fuego y su ceniza. Si hay que acudir a la autobiografía, que sea desde el alféizar, nunca desde un lejano rincón.


XXV.- Y a veces llega la duda, con su triste escarcha de desaliento: Y todo esto ¿para qué?… Pero sabemos que cada noche encierra su mañana, y hay que seguir buscando esa mañana. A pesar de esa duda, a pesar de esa noche, a pesar de esa escarcha.


(Antonio Porpetta)
http://www.porpettablog.com/


Gracias, Antonio.