Hoy el insomnio me dió por romancear. Un poco más ligera que estos últimos días, más descansada. Adoro ese octosílabo que siempre viene en mi ayuda.
¿A dónde vas Isabeau
desgranándote en el aire
como una madura espiga
con el viento de la tarde?
¿No ves que arriba el ocaso
detrás de los encinares
y tras él llega la noche
para venir a buscarte?
Mira que la luna oscura
quiere prenderse en tu talle
cuando llegues al alcor
y bajes los arenales.
¿No ves que te encuentras sola,
que no tienes quien te guarde
y que ese astro nocturnal
quiere la muerte jurarte
desde aquel día en la hoguera
que a su poeta besaste?
Que tú fuiste traicionada
en su ceguera no sabe,
que fue testigo de amor
nunca de infidelidades.
Escóndete donde puedas,
no la mires, no le hables,
no entres en el meandro
para que no pueda ahogarte
su reflejo adamantino.
Cuida que tus pies no bailen
al ritmo de sus encantos
que es muy ladina y cobarde
y que está enferma de celos
porque ignora ese detalle
que tú siempre has ocultado:
No fue el poeta galante
quien le dedicara versos
de nácar y de diamantes
por que a juego con su cara
resaltaran su donaire.
No sabe que fuiste tú,
pues desconoce tu arte,
la que labraras gentil
tus versos en fino engaste.
Recítaselos, oculta,
sin mostrarte en ningún trance,
quizás al oír tu voz
se conmueva y desagravie.
Seréis dos enamoradas
llorándole a un mismo amante,
que aunque os traicionó a las dos
aún persistís en amarle.
Idella Esteve
(13-03-12)